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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Cuando el PP nos ofreció la devolución del palacio de Marceau

La sede del Instituto Cervantes en la avenida de Marceau
24 de enero de 2025 21:45 h

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Es increíble que un portavoz del PP –que no de Vox– tilde al PNV de “aprovechategui asqueroso” por reivindicar se le devuelva el robo hecho por la Gestapo nazi y el franquismo en 1940. En mi vida parlamentaria de treinta y seis años no había visto ni oído semejante descalificación ni en los peores momentos de la ofensiva de José María Aznar contra todo el nacionalismo vasco del año 2000.

Y es que hay descalificaciones que es preciso guardar a futuro ante posibles peticiones de pactos. La historia tiene muchos recovecos. Esta vez no sólo ha sido Miguel Tellado, sino también su jefe Núñez Feijóo. Han hablado de regalos inmobiliarios. Y el propio Javier de Andrés, presidente del PP en el País Vasco, amenaza con ir a los tribunales, ya que –y lo dice enfático– “el palacete de la Av. Marceau de París se adquirió con dinero del Gobierno vasco”. Lo denuncia en rueda de prensa, mintiendo y amenazando. Y se queda tan tranquilo.

Olvida el PP cómo en mayo de 1996, ante la precariedad parlamentaria de Aznar, que contaba con los votos de CiU y CC y nos necesitaba, pactó con el PNV su investidura. Aquello comprendía tres condiciones: desarrollo total del Estatuto de Gernika, adaptación y renovación del Concierto Económico y devolución del patrimonio incautado por motivo de la guerra y dictadura.

Y me tocó precisamente a mí negociar este último apartado con el vicepresidente, Francisco Álvarez Cascos, quien me remitió al abogado del Estado. Era un tal señor Moreno, casualmente un antiguo exjesuita compañero de Xabier Arzalluz.

Me tocó llevar toneladas de documentación acreditativas de la propiedad inscrita en 1937 en la compañía Finances et Entreprises a nombre del miembro del PNV Marino de Gamboa. El PNV no tenía personalidad jurídica en Francia. Fueron varias las reuniones y recuerdo que nos llegaron a ofrecer 5.000 millones de aquellas pesetas [unos 30 millones de euros, al cambio de 2002] pues consideraban el edificio una extensión de la embajada española en París. Rechazamos esa propuesta, ya que el palacete era mucho más que un bien inmobiliario. Es un símbolo donde había tenido su despacho el lehendakari [José Antonio de] Aguirre y todo el Gobierno vasco en el exilio. Trabajaron en una propiedad incautada por la Gestapo.

Desgraciadamente, la negociación no llegó a buen puerto habida cuenta de la ruptura de relaciones políticas con el PP a cuenta del pacto del PNV con la entonces HB. Era el acuerdo conocido como el Pacto de Lizarra. Pero no cejó ahí la reivindicación. Siguió con los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y de Mariano Rajoy. Acabó culminándose el 24 de diciembre de 2024 con el acuerdo con el Gobierno de Pedro Sánchez. Previamente, se había dado cobertura jurídica para la devolución del patrimonio incautado en el exterior habiéndose superado todas las pruebas y acreditaciones legales.

Usar ahora semejante virulencia basando toda la argumentación en mentiras es algo muy grave e incomprensible en un partido que se pretende de Gobierno. Todavía tengo en mi retina los gestos de Aznar, cuando Arzalluz y yo fuimos a su despacho en Génova 13. Tras firmar el acuerdo ante Rajoy, Rato y Mayor Oreja nos dijo que siendo su padre nacido en Bilbao, su mayor ilusión ante aquel acuerdo histórico entre el PNV y el PP era sacarse una fotografía ante el ‘Guernica’ de Picasso en el museo Guggenheim de Bilbao para pasar de una vez la página de la Guerra Civil española. Entre esto de Aznar al “aprovechateguismo asqueroso” de Tellado media un mundo de macarrismo, idiocia y falsedad.

¿Por qué el Gobierno franquista reivindicaba esa propiedad? Pues porque en plena ocupación alemana registró ‘manu militari’ el edificio en nombre del régimen español.

Previamente, conviene recordar que el edificio lo adquirió el PNV en agosto de 1936. El estatuto vasco de la II República se aprobó en el Congreso el 1 de octubre de 1936; el primer Gobierno vasco de concentración se conformó el 7 de octubre de 1936 en Gernika. Es imposible que un Gobierno no nacido en agosto pudiera adquirir una propiedad.

La ubicación la había propuesto el editor y empresario Rafael Picavea. Solicitó la cantidad adecuada para adquirir en el mejor lugar de París un palacete deteriorado. Su propietario, ante los tambores de guerra europeos, quería venderlo. Francisco Belausteguigoitia desde México y Saralegoi, desde Cuba, pusieron la cantidad. Los dos eran del PNV.

El 8 de mayo de 1940, el lehendakari Aguirre abandona París para visitar a su familia en el pueblecito belga de La Panne. Aquel viaje estuvo a punto de costarle la vida. Sin embargo, se la salvó. Los ejércitos alemanes habían iniciado su ofensiva final y avanzaban sin dificultad por Países Bajos y Bélgica. El caso es que el lehendakari queda embolsado mientras desde el Gobierno vasco hacían gestiones para su repatriación. Y, en esa angustia, el embajador de Franco en París, José Félix de Lequerica, inicia una campaña contra Aguirre y el resto de los exiliados vascos.

Al final, logró que el 9 de junio de 1940 un oficial del Deuxième Bureau comunicara a los miembros del Gobierno vasco la orden de abandonar la capital. Al poco, llegó al edificio de la Av. Marceau un piquete de la tenebrosa Gestapo acompañados por policías españoles. Se adueñan del edificio y ponen en su puerta los sellos de la requisa.

Esos años, 1940–1944, la delegación vasca pasó a ser la sede de la Falange española y de la célula de militares y policías franquistas que se dedicaron a la incautación de “los bienes de los rojos” y la persecución de los políticos republicanos exiliados, entre ellos Lluís Companys, Julián Zugazagoitia, Mariano Ansó, el propio Aguirre o Rivas Cheriff.

Todo aquello fue hecho desde el 11 de la Av. Marceau. Decidieron también hacerla “legalmente” suya. Para hacer español aquel botín de guerra, el 21 de julio de 1943 el Tribunal del Sena sentencia que el palacete pertenece a España y lo inscriben en el registro de la propiedad. ¿Quién, con la Gestapo apuntando, iba a presentarse diciendo que lo que hacían era un robo?

No les duró mucho. Alemania pierde la guerra y los policías españoles Urraca Rendueles (condenado a muerte), Lesmanes y Macías (trabajos forzados) huyen como ratas y el grupo de nacionalistas vascos de París al mando del diputado Franscisco Javier de Landaburu recupera la delegación y pone en su balcón de nuevo la ikurriña. Allí se enteran del latrocinio hecho por los españoles. Los democristianos franceses les dicen que no tengan la menor preocupación. Al poco llega el lehendakari Aguirre desde Nueva York. De nuevo, la sede de su Gobierno vuelve a estar tan activa como una olla a presión en el 11 de la Av. Marceau. Aquello fue como tomar La Bastilla.

De 1944 a 1951, Marceau fue no sólo la sede del Gobierno vasco, sino una referencia republicana y democristiana europea. En ella entra la democracia cristiana alemana en los Nuevos Equipos Internacionales, se crea en 1949 el Consejo Federal del Estado español del Movimiento Europeo, se edita OPE y ‘Euzko Deya’, se siguen las dos huelgas generales en Euzkadi, se emiten los mensajes de Gabon [del lehendakari por Navidad] y de aniversarios, se reivindica ante los aliados la expulsión de Franco, se trabaja en Naciones Unidas para el aislamiento del régimen, se da asistencia a la radio clandestina que se crea cerca de Hurt y se hace mucha política con la ilusión puesta en que los aliados procedan a eliminar aquella oprobiosa dictadura.

No fue así, sino todo lo contrario. Cierran Radio Euzkadi y, por presiones franquistas, sacan la sentencia del cajón del Sena. Con un Gobierno francés jacobino y sin moral presidido por Mendès France y siendo Mitterrand el ministro del Interior, nos expulsan de nuestra casa. Y le ofrecen al lehendakari una permuta. Dignamente, se niega y con su gente y cantando el ‘Gora ta Gora’ pronuncia estas duras palabras: “Señor comisario, permítame hacer una declaración como presidente del Gobierno vasco en el exilio y como ocupante 'de facto' de una parte del inmueble, que la Liga Internacional de Amigos de los Vascos me facilitó. Salimos de este edificio expulsados por la fuerza pública, en ejecución de una sentencia que califica al Gobierno vasco de 'ladrón'. [Es una] sentencia obtenida durante la ocupación alemana bajo la protección del enemigo. Yo protesto contra esta violencia y declaro que nuestro honor, nuestra buena conducta y nuestra tradición merecían un tratamiento muy distinto. Nuestra sangre ha sido derramada junto a la vuestra en la lucha contra el enemigo común, y ahora se nos expulsa de esta casa para entregarla en manos de los que durante toda la guerra pasada fueron aliados de nuestros y vuestros adversarios del Eje. Protesto en nombre de nuestro pueblo, al que esta decisión causa el más profundo dolor sufrido en el exilio, sobre todo porque dicha decisión ha sido adoptada por los amigos con los que hemos compartido dolores y sacrificios comunes por la causa de la Libertad y de la Democracia, causa a la que permanecemos inalterablemente fieles”.

Fueron los vascos de Venezuela, atendiendo al llamamiento del lehendakari Aguirre y movidos por la indignación del expolio, los que adquirieron en la Rue Singer otra casona tipo hotel. Más sencilla, sí, pero en buen barrio parisino, el XVI. Y ahí empezó una reivindicación que ha durado 73 años.

Ha sido, pues, perpetua la reivindicación que solo se ha logrado siendo como somos en la actualidad, políticamente determinantes y no solo influyentes. Tiene percha jurídica, títulos de propiedad y el hecho de ser un robo de la Gestapo y del franquismo. Si el PP es tan indiferente a estos hechos de fuerza, que no reivindiquen nada sobre nada.

Y no me olvido de la iniciativa del grupo vasco [del PNV] en el Congreso para colocar una placa en el edificio diciendo que “En este local se constituyó los días 5 y 8 de mayo de 1949 el Consejo Federal del Estado español del Movimiento Europeo. París, 28 de junio de 1991”. Y allí nos fuimos con los catalanes. Al desvelar la placa, en el pasillo que da a la entrada, cuál no sería nuestra sorpresa al ver que el ministerio le había añadido un “En recuerdo de este acto, el Gobierno español mandó poner esta placa conmemorativa”. Y no era verdad. Fue un acuerdo del Congreso por unanimidad. Pero querían marcar su propiedad y olieron nuestras intenciones. E hicieron la cacicada. Espero que dentro de cinco años este añadido se suprima.

Tampoco me olvido cómo en pleno le pedimos al ministro José Manuel García Margallo que el rey, Felipe VI, no fuera en su primer viaje oficial a Francia a la sede del Instituto Cervantes porque aquel acto se iba a realizar en un edificio robado por la Gestapo. No nos hizo caso y allí Felipe VI pronunció su discurso sin aludir en nada a lo solicitado.

Finalmente, recuerdo cómo Joseba Zubia, Xabier Albistur, José Ramón Beloki, Iñaki Txueka, Josu Erkoreka y yo mismo visitamos el palacete de la mano de Juanjo Jiménez, director en su época del Instituto Cervantes. Visitamos todas sus instalaciones y a la salida cantamos el himno nacional vasco, como lo había hecho el lehendakari Aguirre en 1951.

El edificio, por lo tanto, explota de emociones históricas y humanas. Tiene futuro como una gran sede del Gobierno vasco en la ciudad de la luz como oficina multidisciplinar de obligada visita de toda persona sensible con la historia y respetuosa con el trabajo y sufrimiento de nuestros mayores. Solo lo que permanece es lo que nos define y no esa sentencia de Tellado que nos tilda de “aprovechateguis asquerosos”, como nos podría tildar cualquiera de los nazis de la Gestapo que lo incautaron en 1940.

Esta es la historia. Y no la que manipulan Tellado, Núñez Feijóo, De Andrés y todas sus terminales.

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