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Portada original de 'El gran Gatsby'.

Especial Cien años de ‘El gran Gatsby’: la fiesta literaria infinita

Lucía Rojas España /

El 10 de abril de 1925, la editorial Charles Scribner's Sons publicaba la primera edición de El gran Gatsby, la tercera novela de un F. Scott Fitzgerald que entonces contaba con 29 años. Aunque ahora cueste creerlo, la novela no fue un éxito, ni comercial ni de crítica. Con apenas 20.00 ejemplares vendidos, Fitzgerald no pudo ver en vida el éxito de su obra. Poco después llegaría la Gran Depresión, un contexto en el que su obra se veía como una serie de excesos de la alta sociedad, y una década después, la II Guerra Mundial. Cuando Fitzgerald murió, en 1940, su obra parecía haber sido arrastrada al olvido por el signo de los tiempos.

Un siglo después de su aparición, El gran Gatsby no es solo uno de los grandes clásicos de la literatura del siglo XX, sino también un símbolo. El de la vida hedonista y desenfrenada de la alta sociedad de la costa este de EE UU en los años 20, pero también del misterio, de la seducción y de la tragedia que puede ocultar una vida llena de brillos. Ha sido adaptada en varias ocasiones al cine y la televisión, referenciada en infinidad de obras literarias y ensayos, y asentado un arquetipo cultural. Ha habido muchos Gatsbys en la ficción después del de Fitzgerald.

Su influencia se puede rastrear en J. D. Salinger o Truman Capote, también maestros en transmitir melancolía y en reflejar la vida de la clase alta de la costa este estadounidense. También en la mordacidad de Tom Wolfe, o incluso en un coetáneo como Ernst Hemingway, que llegó a decir que era un libro “tan limpio y perfecto” que le hizo sentir envidia. Pero, ¿qué pasó para que pasase de ser una obra semiolvidada a convertirse en el clásico que es hoy?

Capturar un tiempo

En Librotea, muchos de nuestros inspiradores han recomendado la novela de Scott Fitzgerald, algunos tan alejados en principio a su estilo como Eva García Sáenz de Urturi. Ella destacaba cómo la obra de Fitzgerald captura “la efervescencia y vacuidad de una Nueva York en los locos años veinte”, y su carácter trágico: “Una historia de amor truncada por esa luz verde al final del embarcadero que siempre se nos escapará por mucho que estiremos el brazo”.

En efecto, El gran Gatsby ha quedado en la memoria cultural popular como la obra que refleja un tiempo y un lugar, los años 20, la ley seca y el jazz, en el que las fiestas no tenían fin. Esa imagen ha persistido, en buena parte, gracias a sus adaptaciones a la pantalla, que a menudo se han deleitado en el hedonismo del momento, la sensación de libertad y la elegancia de una clase social para la que el futuro no parecía tener límites. No en vano, la popularidad de la novela despegó en EE UU después de la II Guerra Mundial, en otra época de optimismo y en la que el pueblo estadounidense estaba necesitado de mitos y referencias.

El gran Gatsby logra eso, encarnando de alguna manera un arquetipo romántico en un nuevo mundo, en el que la prosperidad parecía no tener límites. Para Miguel Ángel Oeste, se trata de “un libro redondo, una obra maestra”, en especial por la melancolía que es capaz de transmitir. El artista visual Bradley Narduzzi destacaba la capacidad de Fitzgerald de crear escenarios que parecen reales a ojos del lector. “Un gran escritor es capaz de transmitir visualmente contextos muy completos. Era un genio para crear espacios reales que el lector puede apreciar”, nos explicaba.

Pero si El gran Gatsby ha llegado a nuestros tiempos como una cima literaria, no es solo por ese poder evocador de Fitzgerald, sino también por ser una cumbre del estilo. T. S Eliot lo dijo en su momento, asegurando que la novela era “el primer paso adelante que ha dado la narrativa estadounidense desde Henry James”. A nosotros nos lo contó Rodrigo Fresán: “Es uno de los libros que releo todos los años, por ser testigo privilegiado de una perfección inalcanzable. Y la felicidad ya madura -a diferencia de la felicidad adolescente, cuando se quiere hace todo y poseer todo- de que alguien haya sufrido escribiéndola para poder disfrutarla como lector”.


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